martes, 8 de diciembre de 2009

L

- Que haces llorando?

- Nada.

- Eso seguro.

- Oye, tu eres feliz?

-Pero que me estas contando?

-Solo pregunto - se levanto de la cama e hizo un gesto leve con la mano para que el chico de aspecto desaliñado entrará al cuarto y se sentara donde ella, hasta hacia unos minutos, se encontraba tumbada - ven.

El no dudo, entro y se sentó con cierta gracia, la misma que había dibujado una pequeña mueca divertida en los labios de la muchacha, que parecía esconderse tras una sudadera dos o tres tallas más grande para ella.

- Pues.. sí, no? - la miro con cierto gesto burlón - y tu?

- No lo sé - se limpio con la manga mojada las mejillas y se sentó al lado de este.

- Pues es sencillo, sí o no -se levanto y volvió al marco de la puerta - alomejor lo que deberías hacer es volver a casa de tus padres y ponerte a estudiar, no?

- No lo sé.

- Pues entonces no llores y no preguntes jilipolleces.

- Y tu porque no estudias?

- Porque no quiero, eso lo tengo claro. Para que voy a estudiar si no hay nada que me guste?

El chico se giro y despareció tras la puerta, sonando tras de si las cadenas que colgaban de su pantalón mientras ella respiraba profundamente, meditando en las incesantes preguntas sin respuesta que le venían a la cabeza y parecían aterrizar como perdigones en la sien.
No pasaron ni dos minutos cuando corrió a su cuarto, entrando rápidamente y tirándose sobre su espalda. Él, acostumbrado, siguió con el ratón, mirando a la pantalla.

- Claro, porque tú eres músico y ejerces. - dijo ella.

- No te
flipeeeeees, y si no te importa, puedes apártate de mi espalda.

- No.

- Oye porque no te vas a escribir tu puto libro y me dejas en paz? - movió los hombros hasta tirarla hacia atrás - venga!, así nunca seras una escritora profesional, venga!... corre!

- Si no sé escribir tonto.

- Ya, pues aprende - se giro y cogió una de las cinco guitarras que habían mal puestas sobre un montón de ropa - venga, que yo voy a tocar un rato.

- Joder Alf...

- A trabajar, que tienes que hacerlo... ya veras como te sentirás mejor, vete, me molestas!-la miro por un instante desde que entro - Además, yo no aprendí en un día a tocar la guitarra, sabes?

La música comenzó a sonar como otras tantas mañana. El vecino contraresto el sonido metalizado de la guitarra con las palmas que el mismo practicaba al escuchar una sevillana, la mujer de abajo giro sin ningún miramiento la rueda del volumen intentando ensordecer a todo el barrio con las canciones de moda que se podían escuchar en la radio. Todo parecía normal, todo menos ella.
Entro a su cuarto, no sé tumbo, nise aventuró a llorar de nuevo. Abrió el armario se vistió, se calzo con la botas camperas negras y cogió esa chaqueta de su hermano que no le favorecia pero calentaba mucho más que las que tenia a mano.
Busco en los cajones el carnet de un color azul cían y cuando lo encontró salio a la calle.
Ando y cruzo la carretera corriendo.
El Carmelo no era un barrio peligroso como para correr al pasar a la otra cera pero si que era una subida infinita. No sabia hacia donde se dirigía. En cierta medida llevaba nueve meses viviendo allí y todavía no había investigado los alrededores, tan solo conocía dos paradas de bus y poco más.
Después de varios intentos, un hombre de unos setenta años le guió graciosamente por donde tenia que ir, apuntando con el baston de madera cada una de las direcciones que debían coger a cada cruce o calle que se cruzaban.
Una vez en frente de la puerta observo el edificio de cristal y piedra que tenia justo encima de su pequeño cuerpo. Se giro para dar las gracias al señor que amablemente la había acompañado pero no pudo hacer otra cosa que sonreirle al viento al comprovar que allí no había nadie.

"las personas mayores son totalmente imprevisibles, peores que un niño"

Rió divertida y una vez dentro se perdió entre estantes y estantes repletos de libros, diccionarios, preguntas y respuestas. Después de olfatear cada rincón de aquella nueva biblioteca cogió cinco de los muchos ejemplares que le habían parecido interesantes y se sentó en silencio en una de las mesas redondas, respirando tranquila, dejandose hipnotizar por el plácido aroma del aprender y los bordes amarillentos de cada pagina que pasaba.

- Maldita Adolescencia, una ya no sabe ni lo que quiere.

Saco una pequeña libreta del bolso, y anotó cada una de las respuestas a sus interrogantes, que no eran pocas, pero poco a poco, estaba segura, comenzarían a desaparecer




El juego

El juego a empezado y son pocos los que debes elegir. Algunos por y para siempre se mantendrán en el tablero, aunque sean escondidos, sin querer luchar contra otros por llegar a la final.
Fichas rojas, verdes, moradas, amarillas, blancas o negras, más miles de matices que podemos encontrar en la bonita vida de cualquiera.
Naces y el tablero impoluto se cruza en tu camino. Alcanzas con tu poca sabiduría los dados y comienzas apostando por aquella casilla o la otra.Ya no hay vuelta atrás, lo notaste?
Dando vueltas, queriendo llegar al punto con el que muchos jugadores soñaron, no alcanzando tal objetivo(o si?), ganando, perdiendo, tropezando, esquivando, queriendo y observando.
Comemos a los rivales, compartimos nuestro lugar con ellos y después los despreciamos.
Borramos las pistas, desaparecemos, encuentran nuestro paradero, las preguntas surgen entre cada uno de los vértices, paralelas y perpendiculares del sucio tablero que pisamos y dejamos que pisen cada día, pero nadie adivinaría nunca como llegaste a ese lugar desierto sin escalera que le acompañe.
Recuerdas mirando atrás cada uno de los movimientos efectuados, cada ficha, cada tirada de dados, cada uno de los maestros.

Miras hacia arriba e intentas respirar, mirando el cielo y esquivando el siguiente paso. Los dados están esperando y siempre debes tirar.

...


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