sábado, 24 de abril de 2010

P


Tu eres un hombre azul oscuro.

Azul de cielo y profundo de Mar.

Me haces saltar por acantilados de viento

cuando siento tu aliento en mi cuello,

Tú lo sabes y yo también.

Lo escondemos demasiado bien.

Será que somos maestros de la mentira

Mientras me hago la dormida,

yo.

Me acaricias pareciendo una equivocacion,

tú.

Nos acurrucamos el uno al otro.

Me empujas para disimular.

Lo sabemos, desde siempre,

ahora más que nunca,

(que) Estamos prohibidos, cariño,

Azul oscuro infinito, mi amor.

Mar y cielo, oscuro y profundo.

lunes, 19 de abril de 2010

O

Me has dicho cincuenta y cuatro veces hoy que no me siente a tu lado y sesenta y dos que porque no miro la tele contigo.
Ayer me mirastes ochenta y tres veces a los ojos y diez el escote y cuatro de ellas bromeabas.
Antes de ayer compartias un vaso de agua conmigo y hoy me has traído uno risueño mientras comía.
El mundo me esta volviendo loco. No eres tú. Es el mundo. Además no quiero siquiera pensar que pudo ser algo raro que cruce tu cabeza y en un segundo cambie y gire en diagonal, porque comprendo que es el mundo, que se ha compinchado contigo y entre los dos conseguis que me vuelva loca.
Y para que engañarme, algún día dejare de seguiros el juego y entonces, posiblemente, empiece a no gustarme vivir en este planeta y tenga que mudarme a otro mucho más acogedor, que miedo, sí, sí! ya voy a ver la lavadora contigo y me llevo una escalera, o un taburete, asi nuestros cuerpos no tendran porque rozarse más, y no tendras que soportar que me quede dormida encima tuyo como ocurre siempre.

Mundo cruel.

n

Imagen antigua que se cuela entre los muros arduos del recuerdo. Amanecer desbocado fundido en unos labios fríos y siniestros. Lágrimas que gritan un te quiero aspero.
Sonrisas que no son más que arcos en tus ojos. Aprender a observar. Dolor al mirar los colores que una vez fueron utilizados para pintarte un mundo y ahora no son más que una gama de grises que reposan junto a las mil metáforas rítmicas, olores sabrosos y demás sabores que quisistes dejar atrás.
Respirar, eso sí.
Buscar el libro en que la luz de mis pupilas tan solo sea el aliento del escritor que me eligió para matizar sus tristes atardeceres helados.

A los ojos de una niña, a esos que viven de el aire.