jueves, 5 de agosto de 2010

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Cuando cerró la puerta sintió la casa vacía, tan vacía como la primera vez que la encontró.
Dejo caer las bolsas con la compra y se dirigió a la cocina blanca, impoluta.
No sabia que hacer. Separo una de las sillas de la mesa y se acomodo. Miro a su alrededor y el silencio le pareció incomodo. Con sus ojos recorrió cada esquina de la estancia y los recuerdos cabalgaron por su cabeza sin cuidado, provocando un desconsuelo mudo bajo su garganta.
Los años caían sobre ella como piedras pequeñas que no dañan de inmediato pero si con el tiempo y la continuidad. Levanto su cuerpo y se sintió pesada. Traspaso la puerta hasta acercarse al sofá blanco del comedor. Seis plazas y esquina, una butaca y cuatro cojines gigantes para el desafortunado que tuviera que sentarse en el suelo frió. Una tarde de domingo con palomitas y el ruido de unas risas. Café y Cola-cao. Pequeños bocadillos puestos en una bandeja en medio de la mesa. Los frutos secos para el abuelo y la risa del pequeño transportando unas tres galletas de chocolate que se le escapan de las manos. Los rayos de luz del atardecer entrando por la ventana, dando más calidez a aquel ambiente. Rozando con su luz anaranjada cada silueta risueña.
Entreabrió sus labios y sintió ansiedad por vivir.
Se acerco a la gran planta que se encontraba en una de las esquinas mirando fijamente la foto que habia en una de las estanterías de detrás, cogió un pequeño recipiente con agua y mojo levemente la tierra y las hojas grandes.
Después se dirigió al recibidor de su hogar, agarró las bolsas tiradas en el suelo y se dispuso a colocar lo poco que había comprado.

martes, 3 de agosto de 2010