domingo, 15 de abril de 2012

15 Abril 2012

Por mi ventana veo como mueren las gotas contra el asfalto, frías y duras. Las paredes de los edificios poco a poco van tornándose más oscuras como si una leve capa de pintura salpicada las recubierta. Es el espíritu de la naturaleza que tiñe lo artificial en la medida que puede. El cielo, taciturno, sigue con su blanco fosforescente dejando ver alguna nube blanca y esponjosa al fondo mientras gruñe, fiero, al son de esta lluvia, ahora perpendicular al suelo.

Sale el sol y comienzan a desaparecer las marcas de agua en los ladrillos y sobre la pintura morada que cubre la fachada. Al son de los segundos primaverales se evapora el rastro de este instante efímero, de este triste llanto a la humanidad que nos despierta y nos devuelve un aire limpio y rejuvenecedor que poco a poco volverá a contaminarse con nuestra presencia.

Pienso, alejada ahora del espectáculo, en la cantidad de miradas que habrá robado hoy la lluvia y me alivia el pensar en la probabilidad que existe de que alguien haya reparado en los mismos detalles que hoy han llamado mi atención. Siento esta cercanía interna a alguien que no conozco y sonrió con emoción al imaginar que esto que imagino existe probablemente.

Bebo agua embotellada y la siento bajar hacia mi estomago, sintiendo su frescura y liquidez en mi cuerpo. Mis oídos se entaponaron al tragar y ahora reparan en los leves golpeteos de alguna que otra gota, todavia timida, que golpea contra las paredes de mi cuarto.

Siento las palabras fluir desde mi pensamiento y me calmo para escucharlas en paz, junto a esta luz tenue de día de lluvia.

Siento que escribo para mi misma, bajo ninguna necesidad más que la de expresar lo que percibo. Me fascina este mundo interno, mi mundo y el de los demás. Siento la necesidad de invadir otras mentes para descubrir cual es su ejercicio de entendimiento.

Pienso en una mente en concreto y espero, sumando las casualidades, poder sumergirme en ella lo antes posible. Mantener un dialogo sincero sin muros que estorben ni niebla que enturbie el pensamiento. Siento impaciencia por descubrir y por aprender a andar entre la verdad y la coherencia.

Por la cercanía que poco a poco tomo hacia la sensatez propia.


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martes, 10 de abril de 2012

Identidad

He perdido el rumbo, ya no leo, no escribo, no pinto, no sueño, no como.
Se perdio el hambre de aprender, de ser y poco anda derecho y con sentido.

La pastilla amarilla me devuelve a la vida lejos de ansiedad o me atormenta con su falta.
Drogas sinteticas, hirientes. Maldigo el momento en que quise malvivir entre paraisos artificiales. Os cuento mi vida como la he sentido, reprimida en mi misma o mis ideales, exacto, aquellos que no aparecieron nunca y que ahora intento solucionar.

No sé puede odiar ni obviar.
No sé puede vivir alcoholizada todos los fines de semana con 17 años, no sé puede salir corriendo y meterse en una espiral de drogas, alcohol, y sexo sin el propio respeto.
No sé puede encontrar la felicidad a las 6 de la mañana tumbada en un cesped humedo, tiritando de frio, con el sabor amargo de amfetaminas en la garganta, con una triste botella de agua como acompañante del desenfreno pensando que eso es ser adulta.
Añades el conocer a la gente y sufrir que te bajen las bragas mientras duermes.
Todo eso ha quedado atrás, ahora algo de estabilidad y calma viene a mi. Algo de aquella Tania que hace 6 años se escondio comienza a querer respirar, comienza a crecer, comienza a entender y a no tener miedo de las respuestas.

No tengo miedo de preguntar, ayer volvi a escribir poesia.
Vuelvo a reconocer mi identidad propia y a dejar de lado esa identidad social que me hice al reprimirme y odiarme hace ya mucho tiempo.

Me cuesta encontrar el sentido de mi vida con 22 años.

Saludos