lunes, 19 de abril de 2010

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Imagen antigua que se cuela entre los muros arduos del recuerdo. Amanecer desbocado fundido en unos labios fríos y siniestros. Lágrimas que gritan un te quiero aspero.
Sonrisas que no son más que arcos en tus ojos. Aprender a observar. Dolor al mirar los colores que una vez fueron utilizados para pintarte un mundo y ahora no son más que una gama de grises que reposan junto a las mil metáforas rítmicas, olores sabrosos y demás sabores que quisistes dejar atrás.
Respirar, eso sí.
Buscar el libro en que la luz de mis pupilas tan solo sea el aliento del escritor que me eligió para matizar sus tristes atardeceres helados.

A los ojos de una niña, a esos que viven de el aire.

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