martes, 2 de diciembre de 2008

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Debería maldecir ciertas opciones que me ha otorgado el estar aquí en estos momentos, o agradecer.
Soy afortunada por caer sobre la pared y sentir el sudor rebalsando por la espalda, por cerrar los ojos y saber escuchar el silencio durante dos horas, abrir y chocar contra el techo. Las sombras del tiempo perdido insultan mi conciencia.
Te sumerges en lo oscuro creyendo que debería ser desagradable, pero la tranquilidad que transmite es tal que lo estipulado termina por derrumbarse.
Abres los labios, respiras el aire frió y lo sumerges en tu cuerpo ardiente.
¿Recodáis el olor de la piel ajena?
Miráis hacia la derecha y hacia la izquierda sin utilizar vuestros ojos. Los párpados caerán por vergüenza, por no pararos a interpretar los mensajes que transmiten las energías inertes del recuerdo.

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